Juan Antonio Solari - Giacomo Matteotti : bandera y leccion

mente las pos1c10nes adversarias y volcó sobre los secuaces mussolinianos el peso de sus argumentos, de sus apóstrofes, de su desprecio. Erguirse, cual un abanderado, frente a la reacción más cruel, contra la dictadura, era ya algo más que valor: era heroísmo. Un día ~refiere Garosi- en la Cámara, mientras Matteotti acusaba a los fascistas de bandoleros, uno de éstos lo interrumpió: -¡Usted tiene miedo! -Puede ser -contestó desdeñoso-; el bandido· solo siembra a veces el terror en una región entera. y ¡ustedes son millares! Otro episodio revela una de sus reacciones, juveniles y espontáneas pero no por ello menos eficaces. En las postrimerías del Ministerio Facta, Mussolini, desde su banca de diputado, daba término a un 'discurso y sus acólitos empezaron a entonar el cdnsabido estribillo triunfal: -Por Benito Mussolini, eia, eia ... -Alalá -grita una voz estentórea desde la extrema izquierda. Era Matteotti, de pie, que no satisfecho de haber molestado al "duce" con repetidas interrupciones, se divierte menoscabándole el éxito. Y logra su propósito, pues su "alalá" chancero provoca el estailido de una carcajada casi general y tin tumulto. Afectado en su vanidad, Mussolini, enfurecido, pierde su engreimiento y grita, grita, como un delirante. * * * En la campaña para las elecciones nacionales de abril de 1924, Matteotti multiplica su actividad, no se da reposo, entregándose a una labor intensa y qecidida, en un clima cargado de violencias y amenazas. Los comicios se realizarían conforme a una nueva ley electoral. El partido comunista .:.:.._.,scribióaños después Angelo Tasca-, había resuelto proponer a los partidos socialistas, el unitario y el maximalista, una lista única. Tratábase -comenta- de una simple maniobra técnica, conducida con fines polémicos: si era rechazada, se podía desenmascarar, denunciar a los traidores; si era aceptada, el comunismo podía cantar victoria. Pero la proposición estaba presentada en tal forma que sólo la primera hipótesis resultaba posible. Se hicieron varias reuniones en una de las oficinas de la Cámara de Diputados. La proposición comunista había provocado el furor de ciertos dirigentes de la Confederación 'del Trabajo, entre ellos D'Aragona, quienes, no renunciando aún a la esperanza de -7- ¡Bi'">liotecaG 'º Bk neo

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