Pagine di quotidiani e riviste dedicate a Giacomo Matteotti - 1925-1974

Pág. 42 J>rimavera el Duce se embarcó para una gira triunfal por Libia, en el curso de la eual se proclamó a sí mismo Protector del Islam en todo el mundo. Desde a bordo del buque de guerra que hendía las aguas del Mare Nostrum, del ·cual bien pronto todos los intrusos serfan arrojados, radió saludos exhortatorios a sus tropas que asediaban Madrid. Todo había sido arreglado de manera que, a su vuelta a la patria, enconi rara sobre su escritorio la captura de Madrid, lista para uso del más reverenciado día de fiesta en el calendario fascista, que tiene tantos: el veintitrés de marzo, déc:imo octavo aniversario de la fundación de los fasci. Obedientes a las órdenes d~l Duce, las tropas italianas marcharon sobre Madrid. Fueron detenidas en Brihuega y rechaza das en indecible confusión. Los muertos, muertos asesinados por sus propios compa1ieros en el desorden o el frenesí, fu erou contados por ceutenares: uu monto uo inferior a todo el precio de sangre italiana pagada por la conquista abisinia. Otros centenares fueron tomados prisioneros; mu<:hísimos otros se pasaron a los rangos del ellemigo que los recibió como hermanos; un estupendo botín de camiones, municiones y cañones de diversos calibres caj·cron en las manos de los republicanos victoriosos. 'l'odo esto ocurrió el 18 de mar- :t.O, y fué llamado '' Ja denota de Gnaclalajara". Doce días antes, Edgar Ausel Mowrer cablegrafió desde París a América: '' Se informa que los italianos se dirigen al norh: para salvar a 'l'oledo y atacar a Madrid. Muchos eurnpeos esperan ansiosamente et J ?rimer encuentro entre los conquista dore.-; de Abisinia y los antifascistas de la brigacla intei'nacioual ... En España, más q ne en Africa, estará mejor la oportunidad 1rnra. probar hasta qué punto el Primer mi11 ist.r~ Benito Mussolini ha mejorado las tualida.des de luchador del soldado jtalia110". Durante semanas y meses después el(• MA TTEOTTI la batalla de Guadalajara un coro hnrnmerable de escritores y caricaturistas, de rechiflas y silbidos moduló el leit motiv ,ligeramente apuntado por l\fowrér y lo desarrolló en todos los tonos. La prueba cll'I soldaqo italiano se· había·· cumplido. Res11ltó desastrosa. Es verdad que aparte del coro, Karol 11. vou Wiegand, decano de los corresponsales de guerra americanos, -escribió el 26 de abril.: "Algunas de las unidades italia11as lucharon con gran valor bajo espantosas condi<:iones de mal tiempo". Es<:ribió desde Berlín a los diarios de Hearst y ilo fnf creído. 'l'ambién es cierto que Hemingway había escrito el 28 de marzo: "Los illformes de que Brihuega fné una victo. ~-ia aérea, con columnas detenidas y ate- ¡-rorixadas sin luchar, son correctos cuando se e~-tudia la 'victoria. Fué una tremenda lucha de siete días, la mayor parte del tiempo bajo la lluvia y la nieve, que habían e] autotransporte imposible (1). En el a'-'alto final, bajo el cual se derrumbaron ~- huyeron los italianos, el día era propicio para la aviación, y 120 aeroplanos, sesenta tanques y diez mil soldados de infantería del gobierno español derrotaron n tres divisiones italianas de cinco mil soldados cada una. Los pequeños bosques de robles al noroeste del palacio de Ibarra, cerca del cru<:e <le los caminos· de Brihuega y Utanda todavía están llenos de muertos italianos a los que las escuadras de eutenadores no han llegado aún. Huellas· d(, tauques llevan hasta donde murieron, no como cobardes sino como defensores de poiüciones hábilmeute construídas de rifles automáticos y de ametralladoras, donde l9s tanques los encontraron y donde todavía están." Heminkway, testigo ocular insospechable y autor de mucha reputación, tampoco fué creído ni seguido. La pauta, la liereditaria idea creada por bs italianos mi,m10r-d; e que son malos soldados. re<:lamó el acostumbrado tributo. Hasta el hecho de que nn batallón de an-

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