MA TTEOTTI parado los trenes desde y para Alemania e Italia, los marineros los buques, y los trabajadores de los puertos y estaciones se hubieran también abstenido de cargar cualquier mercadería destinada a los países totalitarios y descargar las provenientes de ellos; si, en otros términos, los obreros de los transportes hubieran hecho efectivo el cordón sanitaril1 alrededor de Alemania e Italia, hasta tanto que España estuviese libre de invasores f'X:- tranjeros, las cosas no habrían llegado hasta donde llegaron ... ¿ Y qué hicieron ustedes, compañeros di rigentes de -las Internacionales, socialista y sindical? ¿Por qué no ordenaron nunca una acción conjunta? Nuestros partidos y si11dicatos estún muy adelantados en técnica burocrática: tienen. casas, oficinas, máqui!1as, ficheros. carnets, todo "up to date"; disponen, ta111-- bién, de los medios más modürnos de propaganda electoral, como ser camiones, altoparlantes, films sonoros y hablados. broad-castings. Y nada hay que objetar a esto. Pero, con todo, se fracasa rotundamente -los alemanes lo saben- si no se sabe despertar 1a fe de las masas. Ahora bien, la única vincu lació11 inter- ·n-a-eio-nalde 1'l.ues-t;ro·spa-rt-id-osse co11c-reta a muy contados "comunicados de prensa'' mimeografiados, que llegan de tarde en tarde a las -centrales de los partidos y redacción de diarios, para informar, de::;pué., de unos meses, del éxito de un congreso o del resultado de una elección. Si, por ejemplo, en Europa estallara la guerra, los partidos socialistas de América recibirfan llOticias e instrucciones oficiales de la I. O. S.. . . a la llegada del dichoso folleto en mimeógrafo.! Pero la Internacional fascista, reciéu nacida, nos acaba de dar muchas lecciones que, por lo caro que las hemos pagado, deberíamos, por lo menos, aprovecharlas. Si Pág. 35 no, arriesgamos asistir una vez más a la repetición de otro Mnnich, compartiendo la responsabilidad con los gobiernos democ_ráticos, salvadores de la paz ... al precio de su dignidad y de la dignidad de sus pueblos. Ante una situación genera] tan grave, ¿ cuál es la tarea ele las vanguardias antifascistas, esparcidas hox en todo el mundo? t Permanecer en su aislamiento el e pe- 'lueños centros italianos o alemanes, limitando su actuación a recolectat· otros pesos o a difundir otros folletos e11tre colllpatriotas? Sería, ésta, la táctica lllás segma para llegar a su propia aniquilación. E-1 fascismo -conviene repetirlo- no es problema exclusivamente italiano; y hoy, menos que nunca. Si ciueremos prestar aún algún servicio a la causa de la libertad, tenemos que insertar nuestro autifascismo en la vida social ele los países donde residimos. Identificándonos a ella, nuestras dolorosas experiencias personales podrán constituir elementos preciosos para la lucha. Hay un sinnúmero de asu!ltos políticos, económ.icos, sindicales, administrativos, escolares, que merecen toda nuestra atención: relaciones con los países totalitarios, reeducación de nnestros con1:1ac.ionalesinmigrados, prensa, ~cci.<'i.ngr.emial, intercambio comercial, ?te .. ademús de nuestro peso numérico, hasta ahora desperdiciado, en cada elección. Miremos a la Unión Norteamericana y, muy particularmente, a su Estado líder. ~ueva York, que domprende una pobla- .:ión igual a la de la República Argentüia, '/ cuya sexta parte está formada por italianos e hijos de italianos. Y bien, allá. donde se ha realizado el lema "Todos inmigrados, todos americanos", la influencia t)Olítica y moral italiana (entiéndase en el buen sentido, o sea nuestro aporte espiritual y material a la formación y al progreso de aquella grande Nación) ha sido
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