Pagine di quotidiani e riviste dedicate a Giacomo Matteotti - 1925-1974

Pág. 34 lo menos, igual incomprensión de nuestra parte, a,l considerarnos siempre como próJ'ugos de paso, extraños al ambiente en que vivíamos. Hasta nuestra obra intelectual, política, periodística (con excepción de algunos libros traducidos al francés y al inglés) quedó circunscrita entre nosotros y, por enda, resultó casi ineficaz, pues se redujo a una forma de propaganda para los -convencidos. Pasaron los años. Las fronteras italianas se cerraron a la emigración. Redujéronse nuestras filas. Casi todos los viejos e ilustres líderes del antifascismo se .extinguieron prematuramente en el destierro y la masa fué separándose lenta e ü1sensiblemente de una milicia que, <lejos <le su objetivo concreto, se había convertido en academia. Y sobrevino el derrumbe alemán, fulrníneo, inesperado. Todo un pueblo de setenta millones de hombres, educado por los maestros del socialismo del mundo, capituló sin combatir! Y cayó la democracia austríaca, después de la breve, desesperada resistencia vienesa. Y los destnoronamientos continuaron, aquí y allá, en todas partes, hasta la sedición militar de España, que encontró, ¡ por fin!, la defensa valíente y victoriosa del pueblo. Pero ... Pero el pueblo füé abandonado a sí mismo por los gobiernos democráticos, mhmtras que l.os generales sediciosos contaron -con la más amplia ayuda ~tsn hombres, en armas, en rt1áqt1itias-- de las dictaduras. Hasta el gobierno del Frente Popular francés, presidido por otro maestro del socialismo (cuya olJra fué ·superior a todo elogio en política interior) quedó inconmovible en su actitud no irttervencionista hacia España, dejando que los defensores de la libertad se desangrasen día a día en MATTEOTTI una lucha impar contra los invasores extranjeros. Pero la ineptitud democrática tenía que rebajarse más aun, hasta llegar al fondo del abismo con Checoeslovaquia, entregada a Hitler por los gobiernos de Inglaterra y Francia -que habían garantizad) su libertad- y -con el consentimiento vergonzante de sus respectivos pueblos. Porque si los gobiernos obraron así, los pueblos, sus partidos y gremios (aparte los casos individuales de los voluntarios que fueron a España) no se extremaron, que digamos, en su acción de protesta . Recolectaron fondos para asistir a los niños huérfanos, a las viudas, a los soldados ... y esto es todo. Mientras los aviones de la solidaridad fascista nsesinaban a la población civil, en algún garage, estaba lista la ambulancia de la solidaridad antifascista para recoger a los heridos: gesto humanitario, sin duda; pero los combatiehtes, aunque agradecidos de los bisturís y las gasas, de la -leche y los cigarrillos, habrían neeesitado algo más de los pueblos democráticos, para oponerse eficazmente a los "Savoia", los cañones y los tanques. En cambio, los pueblds y sus organizaciones políticas y sindicales, naciorl.áles e internacionales, contihüaron organizando "jornadas pro España" y festivales benéficos. Hubo tambiérl, desde luego, mítines populares y discursos parlamentarios; pero en ningún país los partidos y los gremios presionaron de ,,erdad a sus respectivos gdbiernds, ~on todos los medios a su alcance, como saben hacerlo -cttándo se tra1 a de una reivindicación económica. ¿ "N ó irttervenéión ?'' ¡Sea! Pero t, qué. han hecho ustedes, compafieros de la C. G. 'I'. francesa y de lás ttade unions inglesas para garantizarla? Si desde ttn princfpio, a cada comprobacióh de intervenci6n fascista en España, los ferroviarios hubieran

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