Pág. 30 de )fatteotti, del mismo modo que ensalúí como ejemplos el legendario fratricidio <.l? Róm~lo, la sanguinaria traición ele C6sai· Borgia en Sinigaglia y la Yicla del audaz. conclottiere Ca'struccio Castracani. Aplaude sin re'::en-as los métodos oportunistas e inmorales, no de todo despotismo, sino ele! que juzga indispensable para cimentar un E taclo, previniendo que "quien ocupa !.:1 tiranía y no mata a Bruto, y quien forja nn Estado libre y no mata a los hijos de Brnto no se mantiene por mucho tiempo". Y subrayo intencionalmente la palabra l1b1·e, pues sólo es legítima libertad, para e! autor del Prínópe, la ele un gobierno con relación a otro, y no la más lógiC'.a :v efectiva de los súbditos -en la qne no pensó siquiera. No pensó ni podía pensar, pues los tiempos le eran contrarios, y más, mucho má::; porque él mismo, como hombre, nunca dejó de ser un subordinado de los déspotas. Buscaba de"'esperadamente a un señor para dirigirle, no altivas y libres aclmonestacioncs, sino tortuosos consejos. Pen<;Óen el mediocre Juliano, luego en el aclmin1- -ble y aborrÉ>cible Lorenzo; pero su esperanza se cifró siempre en aquel español romanizado, astuto y violento: César Borgia. Y nunca le interesaron las condiciones de aqnellos que trabajaban y luchaban en la sombra. ¡, El pueblo 1 El pueblo no era má<; qne un instrumento. El hábil Secretario leía y comentaba a Tito LiYio; pero letra muerta fueron siempre para él las grandes luchas SOGialesque ennoblecieron a Roma. Hizo la apología de los que remachaban las cadenas de aquellos qne habían conocido tiempos mejores: esto. e3 indudable. Obedeció a un ideal patriótico, dicen algunos, y traen como ejemplo el elocuente llamado que finaliza el Príncipe. ¡ Bxtrafi.,) patriotismo! El hombre que nunca pudo salir de sn tiempo auspiciaba un icle:ll patriótico irreal izable e incomprensible en ~l Renacimiento:· un verdadero suefi.o arMATTEOTTI queológico, como el ele Petrar()a. 'l'odavfo más: cabe dudar si la patria -es decÍI', toda Italia, libre del dominio extranjerono era para él más que un pretexto para llegAr al Esta'r:lofuerte. Pero an11 adrpitiénclolo como precursor de lo que se hizo rea liclacl varios siglos más tarde, menester es no olvidar que su patriotismo F::enía de base a la más execrable tiranía. Y esto no lo cliscplpa, como no disculpan hoy a N[ussolini o a Hitler. Para el pueblo qne trabaja y sufre y cuya vida en nada cambia con la grandeza del Estado, ianto ·cl:-t el tirano propio como el extranjert>. ~ Qué importa por quién se es explotado o e.-:cl:1vizado? Lo que vale es la explotación o Jci esclavitud en sí mismas. Pero a l\faquiavelo -y necesal"ÍOes; Í11sí-;. tir sobre este punto- muy poco o nad:'I le importaba el pueblo. Era un pol ític.1 puro, no un moralista o un sociólog·o.. .:\.u!l más: en el fondo de ese político eruclitu que se "encanallaba" entre molinero,5 .v carniceros -ron questi io 1n 'úigar;lio_f/t) por tutto d.í giuocanclo a cn:cca, a tríe trar•, o clove nascono mille contese, e mi/le 'cli.;- petti: cli par ole ingiuriose . .. - había u 11 ari<,tócrata duro, un precursor de Nietzsche Exaltaba a los conductores ele hombres .v despreciaba a la multitud. "La plebe, e-scribía, sua nafora e rallegrarsi del male". :.'\fu.r otro había siclo el lenguaje de Sarnuarola. C'on todos sns errores, el extraño domínico hacía como los viejos profe·- tas: iba hacia los humildes. Y con una fe, un ardor que debían chocar a ilfaqnicl\·elo, soñador también él; pero de índole muy diversa. La mueca fría del autor del Pd11cipe se resuelve entonces en la son1•i,;a irónica del Decennale. Que estaba en ,u naturaleza, y era la de un hombre lwne,-;- to y sin ínfulas en su vida prirnda, bue11 ciudadano y mejor amigo; pero em·e'nenado ab initio por un pesimismo esencial que le Jlevaba a pedir, para el pueblo, el látigo y las calculadas sonrisas ele nn doma. dor diestro y fuerte.
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