Pagine di quotidiani e riviste dedicate a Giacomo Matteotti - 1925-1974

MA TTEOTTI asoman a la ~emoriu y toman forma pr,~-- cisa, c:on una claridad prodigiosa.· Y, más toclaYía que los discursos del Mártir, densos de_ argumentos, ardientes y claros) en los que l!',l voz del Socialismo y los· derechos <le la Humanidad ult.eajada hallaban en el joyen orador un defensor sin par, recuerdo algunos menudos episodios que, en el siniestro ambiente de l\fontecitorio -donde la intimidación y [,11 muerte aleteaban ya sobre nosotros todos- asumen u na profunda. ~ignificación. E.·túbamos en las postrimerías del ministerio l<'acta. l\'1ussolini, desde su banca de diputado, acababa de terminar un discurso ~- sus acólitos, Capanni a la cabeza, empezaron a eutonar el consabido estribillo tri nnfal : -Por Benito Mn:'::solini, eia, eia ... -Alal[t ! -grita una voz estentórea desde la extrema izquierda. E,; ::\fatteotti, de pie, que no c0nforme con haber molestado al "duce" durante su clis<:nr.-o, con repetidas interrupciones, se cli,·ierte ahora a menoscabarle el éxito. Y alcanza su propósito, pne,s su "alalá!" chancero provoca el estallido ele una carea j acla casi general y un tumulto. Afectado en su vanidad, Mussolini, eni'ureeiclo, encendido en el rosti-o, baja del Olimpo. pierde su engreimiento y grita, grita propiamente como un hombre cualquiera ... Y Jfatteotti, riéndose de todo· cQL'azóll. Han pasado llll~S mese,,;. El "duce" está en la ba11ca ele gobierno. La traición, de la monarquía, el di~ero de la gra111:leinclu~- tria ~- ele los agrarios, han impuesto al país el hombre de ·p!eclappio. _La _democracia ha capitulado sin _combatit\ · El dé,-;pota habla, \.un dfa, sobre cuestiones económicas, qne ll unca han sido su fuerte; pero ·habla lo mismo, con la altanería que todo tirano digno de este 11ombre ha siempre manifestado desde los tiempos prehistól'icos. Los diputados ele la mayoría escuchan ~mbelesados, repleto:; Pág. 27 de respeto y reverencia, listos a la nprobación y al aplauso. Se necesitaría -par·a describir la es<:ena- un Audersen, el inmortal autor de aquel cuento, donde un rey ele fábula es magnificado por su.s cortesanos con motivo de las suntuosas vestimenta que lleva, mientras que, en la realidad, anda pomposamente por las calles. en paños menores. Los cortesanos del "el u ce" eran -y son- de la misma raza. ::\Iatteotti, al contrario, es el pilluelo traYieso que grita: "Pero ... ¡si no tiene ITc1je !" En efecto, nuestro simpático aguafiestas. a raíz de alguna sentencia muy discutible clel oráenlo, exclama irónico: -¡ l\Iussolini economista! ¡ Ja, ja, jet! ¡ ::\Ius~·olini eco11omista ! ¡ Ja, ja, ja ! Hay ·en el apóstrofe tanta ironía y sarea.smo, y tan insolente desprecio en su risa. que en "el Aula sorda y gris'" se produce un instante ele buen humor y rle independencia. La Cámara ríe. Osa reirse. Aun hoy en día, veo al rostro perturbado del "duce", sn calva encendida, las mandíbulas contraídas, el brazo tendido en ademán de amenaza; y sus satélites ya rlispue.stos al ataque. }fomento cómico y dramático. Y l\Iatteotti, imperturbable, con su voz rob p. ·ta y sonora: --¡ }1ussoli11i economista! ¡ ::\Iussolini economista! ¡Ja, ja, ja! So 11 cosas ·que el "el uce" 110 perdona. 1:stas ofensas al déspota se pagan. Y se pagan con sangre. .LA CONDENA -A MUERTE A mellndo, en l\fonteciLorio, algún colega se apresuraba, de sala en sala, a avisar ,~ los diput~do.s que Matteotti iba a empezar uu discur.:o. Combate en puerta; mejor dicho: combate seguro. Socialistas, comunistas, republicanos. se precipitaban al Aula, pnrn de-

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