Pág. 26 ~n él, no había nada de creer todo fúcil. · PfrÓ tampoco nada de sobe\·bia ca• tetlrútica. Estudiaba sistemútica y desYelaclimente; no dejaba n,ada al azar Lle la inspiración. Matteotti debió sobre todo a esta seria y honesta preparación tiU,nl. en toda la esfera ele sn actividad, el hecho de ser considerado en la Cámarn, al poco tiempo, como una de las indil'iclualidades más en vista y merecedoras Je aprecio. Orador elaro, preciso y docuritl·11tc1do,consiguió l1acer:se escuchar hasta ror sus adversarios, asi como a menudo -lnl ycz "demásiado" a menudo- ~npo hacerlos enmudecer, lo que le acarreó. oclio~ y rencores, nunca olvidados. Había en él, además, una reserva precio,;a ~- rara, es decie un caráctee adamantino y lllL Yalor li11dantP con la temeridall. que contribuyero!1 a su pérdida, o por del'.ir mejor, a sn eleYación hasta el solio ele la posteridad y de la gloria. ¡ Oh, Sil .j1n·enil [ttrevimiento en el ataque )' su franc:a sonrisa de buen muchacho que sabe cumplir una acción honesta y ·se arroja en el combate sin pensar en el peligro que lo acecha! Es preciso haberlo conocido, a ::\fatteotti, para comprender el secreto de su fuerza y de su martirio. ~ o escribo e.~to de él, por la consaoida costumbre de coHferir a· los muertos -y pa l'1 ic:ularmentc a los grandes muertos-- to¡lo,; los dones y todas las virtudes. Con el coner de los aííos, es dable juzgar mái-> serenamente a un hombre, sin que el sen•• timiento tnrbe o altere, en bien o en mal, nue,;tro Yeredicto. Pues bien, a los quince aÍLo,; ele su desaparición (¡ y parece ayer!) Ja figura de Matteotti, hombre, despojada ele toela nnreola o leyenda, se nos present.:i l'omo Ja ele un jefe, un gran jefe. EL H F.:ROE La llegada del fascismo en la escena polí1 iw italiana, con su triste séquito de crímenes ele toda clase, dió la medida exae:ta del valor de Giácomo l\fatteotti MATTEOTTI Mucl1os (y no hay alusión ninguna para Pul ano o l\Iengano), muchos, en todos lo,; campos, hicieron de la prudencia una defensa y un arma para vivir. Alguien, tur- . bulento ayer, se apartó; otros parecieron desanimarse. Prente a la marea ascendiente de sangre; Matteotti no se conformó con mantenerse en la primera fila, sino que, valientemente, se hizo cargo de la barra del timón; no se conformó con or • ganizar la defensa, sino que, atacando áspera y vigorosamente las posiciones ad versarias, volcó sobre las hordas mussolinianas sus argumentos, sus apóstrofes, sus sarcasmos, su desprecio. Se le antojará poca cosa, esto, a los fáciles héroes ele cafés: ¡ y era mucho l Elevarse en nombre del derecho, en medio ele la reacción m¡ic; cruel, contra la tieanía, era ya algo más que valor, era heroísmo. Un día, en la Cámara, mientras el futuro Mártir apostrofaba a los fasei,;tas tildándolos de bandoleros, uno de éstos lo interrumpió: -¡ Usted tiene miedo! -Puede ser -contestó desdeñoso Mat• teotti-, un bandido solo siembra a veces el terror en una región entera, y ustedes son millares ! Amenazas, injurias, agresio1!es, tan sólo consiguieron Yolverlo más combativo e inexorable. Destinú base al sacrificio con la sonrisa en ·los •labios. l\fatteotti tenía que superarse a sí mismo. Y a no se conformaba con atacar a la gavilla de los bandidos, sino que. al jefe, al "duce" en persona. Duelo muy peligroso y desigual, cuyo final, desde el punto de vista físico, no dejaba lugar a duelas. Mas, si el pufral de Dumini pudo tronchar el hilo ele la Yicla del Hérne, el yencido, el verdadero vencido foé el otro, 31 Mandante. SU OPOSICION AL '·DUCE" i'.Iis recuerdos sobre e'::iteangustioso período ele la lucha c:ontra Ju tiranía, se me
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