___________________ EL GUAPO ... PRUDENTE anglo-francesas y sobre la carta alemana. Si Londres y París, según parece; le darán la puerta en las narices, él irá a golpear la de Berlín. Pero, sus queridos amigos de Berlín no olvidan que ya van dos veces que concertó con ellos pactos de amistad,. y las dos acabó con darles las espaldas y cargarlos· de vituperios, en cuanto consiguió de Francia concesiones coloniales y financieras. Esta vez Hitler se prepara, en caso de tener que aceptarlo como aliado, a imponerle pactos concretos y empeños ineludibles. Mussolini tend_rá que aceptar la ingerencia de Alemania en los asuntos austríacos, después de tanto gritar y amenazar, durante tres años, ·contra dicha ingerencia. Y tendrá que aceptar también que la poderosa organización industrial y comercial alemana se abra camino en los países danubianos y balcánicos, después de tanto vanagloriarse -el señor Mussolini- de haber asegurado estos mercados para Italia ... Sobre todo, Alemania árbitra de Austria significa para Italia el establecimiento de la presión pangermanista en sus fronteras. Y fué para evitar este peligro que nuestro país aceptó tDdos los sacrificios de la guerra 1915-1918 ... Además, el señor Mussolini tendrá que seguir haciendo en España el mercenario derrotado de los generales traidores, y exponerse, por ende, a la: rendición de cuentas, que ya se aproxima, con Inglaterra; la cual, como todos saben, se está armando rápida y poderosamente, con el propósito ,-entre otros- de arrinconar nuestro país en el Mediterráneo. Al bloque anglo-francés, bien pertrechado de armas, dinero, oro, materias primas, etc., y dueño de las rutas marítimas, se opondrá el bloque ítalo-alemán, es decir la "Confederación de los linyeras ", un dúo de provocadores económicamente exaustos, incapaces de financiar una guerra eventual por más de tres meses. Yo creo haber ofrecido una demostración (que tampoco es completa) de los resultados de la política de este ·Hombre Genial, de este Duce Inflexible, que se sienta sobre su misma dignidad, con la misma arrogante inconciencia con que se empina, sacando el pecho, la barbilla levantada y los puños en las caderas, sobre las ruinas de nuestro desdichado país. FRANCESCO CICCOTTI
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