cerse escuchar no sólo por Musolini, sino también por la opinión italiana y mundial, la guerra pudo haber sido evitada. A guerra •declarada había, y hay, sólo un modo para impedir que ella implique el desastre del país, que ella se prolongue por años, allá en las ambas malditas de Africa, segando a millares las vidas humanllf', insumiendo millones: este medio es el de hacer capitular al fascismo bajo la presión, de la voluntad colectiva de Europa. Los socialistas no ignoramos las fallas del mecani&mo ginebrino. Sabemos' en qué medida Inglaterra hace la política de la Liga y la Liga la de Inglaterra. Luchamos d'esde 1919 contra el estatuto de Versailles y contra la coalición de los imperialismos que no teniendo más que pedir, se asocian para conservar el statu quo. Queremos modificar este statu qtto, pero no con las armas que no pueden ser instrumento de justicia. Existe un problema italiano, problema del trabajo italiano, problema de equitativa repartición de las materias primas. Este problema los socialistas· lo han puesto ·ante la conciencia de los trabajadores de Europa en las reuniones de la Internacional y si hubieran estado en el poder lo habrían expuesto claramente, firmemente, ante la Sociedad de Naciones, no con la amenaza en los labios, sino fuertes en &u derecho y seguros de ser escuc ados. Los trabajadores so(lialistas de Francia y de Inglaterra ~quienes estarán en el poder en un porvenir cercano- los trabajadores de U. R. S. S. y el gobierno soviético, la opinión pública europea en general, tienen conciencia de lo que hay de inicuo y de absurdo en las actuales relaeiones económicas entre los Estados y entre los pueblos. La función de un gobierno italiano consciente de sus deberes hacia • la nación, no era la de encerrarse en el terreno de la fuerza y la violencia donde la derrota es inevitable, no era la de desencadenar la carrera de los armamentos en la que la última palabra no puede ser dicha por Italia. La función de un gobierno italiano consciente de su deber era .;y es la de ponerse a la cabeza de la Sociedad de Naciones, de denU!Ilciar su debilidad por reformarla, de desenmascarar los egoísmos imperialistas no en nombre de egoísmos insatisfechos de la misma naturaleza, sino en nombre de una más grande justicia. Tal es la política del Partido Socialista. Ella tiene la paz como medio y los Estados Unidos de Europa como objetivo. Ella postula, en el terreno internacional como en el social, el derecho colectivo contra los egoísmos individuales o nacionales. La otra política, la del fascismo, parte de la adoración mística de la fuerza para hacer sucumbir a las naciones bajo el peso de una fuerza mayor que la suya, en un dédalo inextricable de contradicciones. La política de la paz y la solidaridad internacional que el Partido Socialista ha defendido en el exilio, después de haber elaborado los elementos esenciales en la patria. No tiene de qué retractarse o renegar, y MATTEOTTI e XII ANIVERSARIO
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