VII ANIVERSARIO erfmenes dc los fascistas habia, der,. graciadarnente, inculcado un poco en todos nosotros y en la misma opinion pubhca., se convertra en un sentimien-- to de vivfsima preocupaci6n primeramcntc -y dc horror e indignaci6n después. Las hipotcsis mas extraifas y mas espantosas circula-han de boca en boca. Los fascistas, en un primer momento, se hicieron los cinicos, corno de costumbre, aluf1iendo a "una lecci6n bien merecida'' o a una fuga sentirnen tal del Diputado por Ro,·igo; después empezaron ellos mi ·mos a ser }Jreocupados por los indicios Yisibles dc la puhlica cxaspcraci6n y se calla- _ron, o mas bie11, fo11nularon hip6tesis vagas. En dos dias, desde el miércoles 11 f'.l juevcs 12 de junio - dos dias en los que vivimos, por la vertiginosa <lramaticidad dc los acontecirnientos, la vida de dos afios - fué la '' degringolade' ', la fuga por todas partes, cl desban<lc mora!. Mussolini mismo conf eso, mas tarde, de ha ber perdido por dos dias el contro! de la situaci6n. Un testimonio improviso confirmo la hipotesis del rapto e indico cl numero del auto: con este numero se remonto al abogado :F'ilippeìli, director del diario fascista '' Corriere Italiano'', a quien el ''duce'' habfa calificado de '' intrépido y genia!''; de éste se lleg6 a sus amigos de todos los dias, Césare Rossi, al generai De Bono, al Diputado Fiuzi, toda gente que compartia con el jefe del gobierno la fatiga diaria del poder ... El puhlico no podia creer, leyend•) los diarios, a sus propios ojos. Un scntimiento <le inaignado estupor lo persuadia. La rehelion moral de la opini6n publica ftié alimeutada sobrc todo, y alentada, por el desbande total y cobarde de los fascistas. En cuarenta y ocho h.Qras se dio vuelta, desdc un punto de vista exclusivamente moral, una situacion que de.;;de tres a1ios pesaba como una congoja sobre el pueblo italiano. El hecho que aquel derrumbe mora) no haya sido acompaiiado o seguido inmediatamcnte por un radical cambio poHtico, se explica facilmente: la crisis Matteotti llego inesperadamente y tomo de sorpresa a todo el antifascismo, der,de los dem6cratas constitucionalistas, hasta los comunistas, y no encontro nadie - literalmente nadie - prcparado para aproveehar de la nueva situacion. Cuando la sorpresa fué pa:'>&da, ya era demasiado tarde. Valiosa cnscfianza pa1,a el porveni r ! i Ah ! corno desaparccicron de la circu laci6n, en aquellos dias, esas cscarapclas Lt·icolores y corno los fas<:istas .se voh·ieron humanitarios, razonables, lhmos de mas y de peros, dispuestos a todas las concesiones y a reconocerlo todo. El 1 'duce'' dio el cje~nplo empefiandosc jesuiticamente a hacer funcio11ar cl parlamento y reconociendo )a funcion y la utilidad de la oposicion. (Dcspués de pocos meses, pasado el susto, procla,m6 el '' caracter totalitario del régimen fascista"!). Por mi parte, rccuerdo el sentimiento de verdadero asco moral que provoco en mi, cn aquellos dias, la visita de algunos '' jerarcas'' fascistas a la redaccion de "La Voce Repubblicana". Ellos ,·enian, en general para quejarse sumisamente, sin llevar o exigir plenos desment.idos de hecho, de acusaciones de las que habian sido vfotimas (injustamcnte, decian ellos) en nuestro diario. Citaré, a titulo de ejemplo, la visita del untuoso y cobarde diputado fascista Franco Ci,a.rlantini, y del insinuante Luigi Freddi. El primero lleg6 hasta proponerme, con la mayor naturalidad del mundo, de escribir para él un libro que hubiera publica<lo en 1111acolecci6n de la Ca~& Editoria! "Alpes", la digna empresa fascista alirnentada con la plata de un conocido timbero. Los t.rabajadores de Roma, mientras tanto, lo.;; ·'popolani'' de la an. tigua tradici6n, estaban furibundos. Pero ellos, corno todos los otros, mfls que los otros, estaban desorientadps. Desde rnas de dos aiios, el pueblo de Italia se habfa acostumbrado a considerar al fascismo corno un enemigo formidablc. Ahora lo veia en el suelo; mas no creia todavfa a su postraci6n. Una voluntad revolucionaria no se improvisa en dos dias. Por esto la indignacion popular se desahog6, en
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