FILIPPOTURATI La Madre del M6rtir EL primer recuerdo que conservo de Isabel Matteotti se remonta a pocos dias del delito horrendo, cuando ya se sabia quién lo habia ord_enado; quién, FIiippo Turati. Y con qué medios, lo habia organizado, facilitado y cumplido. Precuentaba yo la casa de la Viuda del ~fartir casi cuotidianamente, corno cumpliendo un tacito mandato del asesinado, para asegurarme de que su mujer .estaba viva todavia y en pleno dominio de sus facultades, ya que; ·en los primeros dias, tuve la impresi6n de que iba a suicidarse o a enloquecer. i Cuantas veces, en aquella casa de Via Pisanelli, en el cuarto piso, alla en el Quartiere Flaminio, cerca de la Porta del Popolo, cuantas veces vi a aquella alma perdida acercarse vacilante, hasta la alta ventana que daba hacia el 'l'evere, a la que parecia atraida por un misterioso llamamiento - corno si esperara aun el retorno milagroso -del com. pan.ero que, algunos dias antes, el instigador del asesinato habia pro, metido devolverle vivo, pero a quien ella sabia muerto ya - y me senti invadido por un ansia tormentosa de aferrarla por el vestido y reconducirla al interior de la habitaci6n ! ìV[asque de ella - para quien la vida no hubiera sido mas que un martirio continuo - me preocupaba de los nifios, a quienes se habia ocultado (y durante afios se les mantuvo oculto) el ejemplo del padre y que hubieran quedado, en pocos dias, dos veces huérfanos. Pero aquel dia, la sefi.ora Velia no estaba sola. En un rinc6n de la sala, cerca de la puerta de entrada, habia una figura de mujer, seca, no alta, de cabellos blancos, de rostro atormentado por cien arrugas, palida, inm6vil, espectral. No me fué dificil adivinar: tampoco me hubiera sido dificil hacerlo, aunque su profunda semejanza con el asesinado no me lo hubiera revelado. Semejanza profunda, no superficial: la semejanza que puede haber entre un esqueleto desnudo y un ser joven y vivo. Era la Madre. Me acerqué a ella timidamente: le besé la mano, la besé en las mejillas. No era el caso de hablar. Ella murmur6, en su dialecto veneciano, algunas expresiones de agradecimiento por los cuidados que habia tenido para con su nuera. No lloraba. No parpadeaba. Estaba verdaderamente petrificada. Yo sabia que, viuda desde tiempo atras, habia perdido cruelmente a sus otros dos hijos, antes que a Giacomo. Habia quedado sola en
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