PODER SOCIAL EN ARGENTINA vimiento inicial, bien que fundado en coherentes recriminaciones contra el régimen imperante, de agudas_caracteristicas desintegradoras del sistema, preconiza una condena contra toda la politica, lo ,que implica una condena mas amplia del liberalismo de la Constituci6n y de las propias libertades implicitas en ella. Esta reacci6n antiliberal es expresi6n surperficial del enojo mas profundo contra los estamentos politicos que se albrogan el derecho de conducir la administraci6n, el Estado. Se rfilia en el fascismo europeo, en el mussolinismo en boga; pero la ideologia parece mas una excusa, una suerte de reclamo justHicativo para una reacci6n mas profunda contra el estamento politico, que una convicci6n depurada. El sector niega enérgicamente la politica, pero no la politica del Estado (no son suicidas y admiten que « gobernar es un arte », para estar a la mas fi1istea de las definiciones, pero ellos se autoestimulan con las ideas fascistas para convertirse en los grandes artifices y los grandes artistas del momento) sino la politica de los partidos, esa cosa extrafia que vino a romper el idilio entre Estado y ricos del campo con ricos de la ciudad, intenponiéndose sin miramientos y reclamando un pedazo de la torta en declinaci6n en esos afios cruentos de crisis internacional. El Ejército, como parte componente de la propia adminitraci6n, saca la cara por esta. Tiene junto con los ricos del campo, un enemigo com(m: los politicos, y esa es la rafz de la asociaci6n repentina que lleva adelante el golpe. El antipartidismo ( « la Naci6n no adroite parcialidades: somos todos uno y los partidos implican divis6n », dira un personero del nuevo régimen) dura, sin embargo muy poco. Es evidente que el sistema habia sufrido una crisis, no fun- · cionaba con la efficiencia anterior, pero no hay nada que pueda ofrecerse a cambio. El fascismo ret6rico, algunas veleidades corporativistas son aventadas con rapidez por ineficaces y carentes de realismo en una sociedad intensamente pluralista y de muy alta movilidad social, pero fundamentalmente pone de manHiesto Ja inexistencia de aparatos y movimientos capaces de sostener la aplicaci6n de una politica fascista 6 antipartidista a largo plazo. Por lo tanto hay que encontrar una suerte de acuerdo social que resucite el idilio roto. La soluci6n a la mano es tratar de amafiar un partido que implique la representaci6n de todos los intereses en juego. Pero la idea tiene corta vida. Fracasa. Resulta, en definitiva, una variante del coz,porativismo, canalizada en forme tradicional. 19
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