Interrogations - anno III - n. 7 - giugno 1976

CARTA DE CHILE a constderar que la causa fundamental de la cakla de la Untdad Popular fue el desastre econ6mtco; la mayorta de los de uquterda esttman que la causa fue la tntervenct6n externa. Ambas conclustones son falsas. lndudablemente, hubo una buena tntervenci6n externa, que comenz6 mucho antes de la catda del régtmen. Las revelactone, mas recientes permiten confirmarlo; pero no eran necesartas para saberlo. Pero st las tntervenctones externas jugaron un papel, s6lo lo lograron cuando la descomposict6n tnterna de la situact6n lo permtti6. Y desde luego, la situact6n econ6mtca desempeft6 un papel importante, pero sus causas fueron mucho mas polfttcas que de otra indole; la situaci6n econ6mica no hubtera bastado para expltcar la caida de Allende si no se hubieran dado otras condictones. La tra• gedia de la Unidad Popular y la de Chtle entero, no fue la de haber intentado una revoluciôn, sino el de no haberla hecho,· mejor dtcho, el de hacerlo por vtas erradas. Las mejores tntenctones de muchos, el heroismo de muchas otros y la atroctdad actual no pueden ocultar el que la Unidad Popular nunca pudo definir objettvos claros; tncluso los que fueron mas o menos deftntdos en su comportamtento efecttvo, tendfan a impulsar mas la idea de una sociedad industrlal de consumo al alcance de todos que la de otra clase de sociedad. Esto quizci no hubiese sido posible, pero tampoco lo era lo otro. Es evidente -seria injusto olvidarlo- que la ceguera da la opost· ciôn, particularmente de la mayorta de la Democracta Crtsttana, fue un factor importante. Hay algo de tragedia grtega cllistca en lo OCU• rrido en Chile durante el Gobierno de la Unidad Popular. Los protagontstas tienen en la tragedia clcisica un destina escrlto; lo conocen o lo sospechan, por lo que tratan de evttarlo, mas cuanto hacen los acerca mas y mas a ese destina. Algo de eso hubo en el juego de la opostctôn entre la Unidad Popular y la Democracia Cristiana. La soctedad chilena sufri6 grandes transformactones, siendo ambas fuerzas parttctpes o si se quiere ltderes de ellas, resultando evtdente (lue algunos de los pasos dados lo fueron mucho mas alla del tradtcional juego parlamentario; pero dtchas dos fuerzas se empeffaron en seguir jugandolo hasta cuando resultaba claro qu~ estaban al borde del abismo. No estoy dtctendo que el juego polittc_o conttnuaba centrado en el Congreso, aunque buena parte del mtsmo se hacta allt. Lo importante era que, aunque fuera del Congreso, el juego que se jugaba era el tradtctonal. Los que se vetan a si mismos como o.ctores de grandes transformaeiones, parecian incapaces de perctbir que la existencia real de sôlo la mttad de las que se atrtbuian bastarta para cambtar las reglas del juego. El cambto de ministros, las censuras a los mtsmos, las negoctactones alrededor de los puestos del servicio exterior y muchas otras casas, fueron en cambto los tndica,- dores mas evidentes de que, por el contrario, se trataba de llevar a sus extremos las reglas del juego tradicional. A este respecta, mereceria un capitula aparte el comportamiento -respecta a los milttares. Unos y otros los temtan,· unos 1,1 otros trataban de ganarlos a su causa respecttva. Quien llegue h01/ a Chtle supondra que los excelentes edificios que se han construtdo en dis• tintos barrios de Santiago para los altos je/es milttares, ast como los mas modestos, pero muy aceptables, que se han· levantado en otros barrios para los oficiales de menor graduaci6n, son obra de la actual Junta Milttar. No es ast, pues fueron construtdos y cast terminados por el Gobierno de la Unidad Popular. Cuando se aprob6 82

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