CARTA DE CHILE 100empresas; Martner, director de Plantftcact6n, se ltmtt6 a contestar que se habfa creado una comtstôn para estudtar el asunto. Otra dtmensiôn importante que el artfculo en cuestt6n no ttene en cuenta es la que yo denominaria la dtmenstôn moral, qutza porque es tremendamente desagradable hablar de ello ahora; stn embargo, creo que es importante. St realmente se qutere hacer una revoluct6n, la primera generaciôn de dtrigentes debe dar un elevado ejemplo de comportamtento moral y hasta de ascettsmo, que simboltzan los sacrtfictos que la poblact6n debe hacer para alcanzar los objetivos que se dtce persegutr. Nada de eso ocurrtô. Allende, rompiendo con una vteja tradictôn de los prestdentes chtlenos, lo prtmero que htzo tue arrendar una magntftca casa en el Barrto Alto, lo cual fue el comienzo de una emtgraciôn hacia el mtsmo lugar de la mayorta de los dtrigentes que aun no habttaban allt. Los tnterventores de las empresas uttltzaban los autos de lujo de los anttguos propietarios, que los habian puesto a nombre de la empresa por diferentes razones, generalmente tmposttivas. Lo mas caracterfsttco de la polftica econ6mtca del Gobterno en sus primeras tiempos, fue poner los btenes de consuma duradero -la famosa lfnea blanca de refrigeradores, por ejemplo- a precios extraordinariamente baratos, para que todo el mundo tuviera acceso a ellos. El consuma, sobre todo el consuma conspicuo, parécia el valor mas altamente apreciado por los dirigentes, al menos en su conducta efecttva. Ha.y que reconocer que los comunistas segufan vtvtendo coma en el pasado, oponténdose ststematt• camente a toda apartencia de aprovechamtento por parte de los interventores. Pero en eso quedaron muy atslados. La revoluciôn que se prometia se semejaba mucha mas a un llamamtento para generalizar ctertos consumas que a una verdadera revoluctôn. Los economtstas sabfan que tal casa era imposible en las condtctones de Chtle, pero al final todos cedteron a la tentaciôn de generaltzar o tratar de generaltzar una sociedad que correspondta a las aspiractones de las clases medias, a las que pertenecfan. Cuando se piensa en todo esto, se comprende que llegada la hora de la verdad, cuando Allende htzo un llamamiento a los obreros -que reiterô constantemente- a sacriftcarse, a limitar sus asptraciones salariales, etc., no pasô de ser la voz que clamaba en el desterto. Mas todavta: no es dtftctl tmagtnarse que sus auditores constderaban tales llamamientos como simples mantfestactones verbales, fruto de la necesidad de calmar a los opositores al gobterno o, peor aun, como tntentos sinceros de quttar a los obreros lo que habtan conseguido o se les habta otorgado, reproductendo una vteja tradtctôn del pais. Todas estas constderactones estan ligadas al problema obrero. El artfculo que comento, me parece que ttende a dar una tdea demasiado idfltca de la clase obrera. Da la impresiôn de que si el Gobierno hubtera manejado las cosas de otra manera, habrta tenido el apoyo y la movtltzact6n f ervorosa de que carectô en los mo.mentos dectsivos. La cuesttôn obrera, empleando el térmtno en senttdo mu11 dtfe• rente al que se le conf eria a ftnes del siglo ulttmo, es una de las mas importantes 11de las peor conoctdas del régimen de Allende. Todo parece indicar que sera stempre un problema insoluble, sobre el cual SP pueden emittr las mas azarosas hip6tesis por falta de estudios empirtcos serios durante la expertencta de la Unidad Popular acerca de las actttudes y tendencias profundas de los obreros. Habrta que ser muy pretenctoso para pretender zanjarla de manera deftntttva. 79
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