Interrogations - anno III - n. 7 - giugno 1976

CART A DE CH/LE Unidad Popular tuvieron que aceptarlas y hasta provocar ellos otras para no perder el apoyo de la base obrera. Este ultimo casa tiene relaci6n con un fen6meno general. Pese a todos los intentas, que culminaron con la formaci6n del Partido Unico de la Unidad Popular bajo la presidencia de Clodomiro Almeyda ---hecho de caracter esencialmente formal y simb6ltco-, los parttdos que formaban el gobterno mantuvieron sus caracteristicas dtferentes, procedtmientos de movilizaci6n tradicionales y una competencta muy aguda entre ellos. Nunca hubo, en senttdo propto una movlltzactôn en favor del Gobierno de la Uni6n Popular, sin<? én el mejor de los casas una suma de las movtltzaciones que realizaron los diferentes partidos que la compontan. Ast coma el Gobierno Frei tuvo -buena o mala,- una teoria de la moviltzact6n popular y la apltc6, el Gobterno de la Untdad Popular no tuvo en realtdad ntnguna. La competencta les oblt9aba a su vez a seguir ciertas lineas de acct6n con bastante tndependencia de la que pudieran resolver sus elementos dtrtgentes. Si los soctaltstas o una parte de ellos promovtan demandas absurdas, o. los comunistas les era dificil, asi coma a otros grupos, reststtr u oponerse; mas bien tenia71: que practtcar la fuga hacia adelante, por temor a perder su respectivo apoyo electoral. El reparto de los votas dentro de la Untdad Popular fue una obsesi6n compartida por todos los partidos que la tntegraban. Mas aûn: el hecho de que los soctalistas Jueran los mas entusiastas promotores de pettctones dtversas, resultaba mas grave que st hubiera sida cualquiera otro partido de la coalici6n, par la simple raz6n de que, segun la tradici6n chilena, resulta previsible un aumento considerable de los votas cuando se trata del parttdo del propto prestdente de la Republica. Los otros no pueden dejarse superar en la forma tan aplastante que se darfa si a ese caracter de parttdo presidenctal se sumara el dejarlo practtcar sôlo una especie de popultsmo revolucionarto. Estar en el gobterno, jugar el juego electoral tnternamente cuando se pretende hacer una revQluci6n y dar pasos que lestonan a grupos importantes es el colmo del absurdo. Pero ese absurdo era inevttable. Tanta fue asi que, coma hace observar el articula que comento, los d.em6cratas cristianos jugaban el mtsmo juego cuando lo esttmaban necesarto, lo que sucedta a menuào. También ellos organtzaban ocupactones de fabricas, dirtgfan grupos de obreros que pedian aumentos aun mayores que los soltcttados por los miembros de la Unidad Popular, etc. Una coalict6n en lucha con sus en~migos externos e tnternos no puede tener demasiada coherencta nt mucha lôgtca en sus dectsiones; ni siquiera tiene ttempo de alcanzarlas, salvo cuando la amenaza del enemtgo externo la obliga a unirse. El Gobterno lleg6 a su Jin sin que jamas haya tenido una tdea clara y nt stqutera apltcara algun género de ststema de decistones en el problema de las grandes Uneas de la polittca econômica, a saber: a) si todas las empresas en manas del Estado deben producir excedentes netos o s6lo algunas de ellas, seiialando cuales en este ultimo casa; b) cômo hacer para captar los excedentes, si par un sistema de impuestos a través del mecanismo de los prectos o de cualquter otra manera; c) nt que decir dada la antertor una politica de tnversiôn de los e:rcedentes. Estas cuesttones jueron planteadas a Gonzalo Martner èn un semt11ario que se realiz6 cuando el Gobterno habta nacionaltzado mas de 78

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