IGNACIO IGLESIAS cuanto era necesario analizar sus propias posiciones politicas, sus juicios o el resultado de sus abundantes vatlcinios. Cuanto él dijera habla que aceptarlo como atlnado y asimlsmo in1alible. El fracaso o el simple error propios le eran ajenos, puesto que en su conducta mostr6 que no existlan mas errores y fracasos que los de los otros. Sus analisis o sus simples afirmaciones los consider6 slempre exactos y justos; los de los demâs, equivocados a priori por ser diferentes a los suyos. Su intransigencia era tal que la elev6 a la categoria superior de verdadero culto; ni siquiera se detenla ante sus propios compafieros de organizac16n, los cuales, a la menor diferencia de criterio, eran inexorablemen te condenados. Anidaba, pues, en él una indudable actitud inquisitorial. Y como no le era posible enviar a la hoguera a, los herejes, se contentaba con cubrlrlos de denuestos y colgarles el sambenito de traidores. Lo decimos con pena: Trotski, al igual que Stalin, como hlciera antes Lenin, pec6 del gravisimo defecto, verdadera desviaci6n del esplritu, de que su intolerancia convirtiera la dlscrepancla polltlca en delito de opini6n, cuando no en crimen de opin16n. Con el P.O.U.M. y sus dlrigentes se comport6 en forma inquisitorial, neg{mdose a cal y canto a escuchar el menor argumento contrario, presentando los hechos a su antojo, incluso atribuyéndole posiciones politicas que no adopt6 jamas. lCUâles fueron las principales acusaciones de Trotski contra el P.O.U.M.? Ya las hemos sefialado anteriormente, pero las repetlremos una vez mas: ha ber firmado el pacto electoral de febrero de 1936; no haber conqulstado el poder en julio, tras la sublevaci6n militar; haber entra.do a formar parte del Gobierno de la Generalidad; no haber denunciado implacablemente al resto de las organizaciones y, sobre todo, a sus dirigentes; ha.ber mostrado un franco esplritu de conciliaci6n, en partlcular respecto a los anarquistas, etc. Es decir, resumiendo: el P.O.U.M. ten1a que haber hecho lo que no hlzo y haber dejado dP. hacer lo que hizo. Para Trotski nada existe de positivo, de acertado, de justo en su actuaclôn. Nacido con el estigma del pecado original, el P.O.U.M. estaba condenado a no merecer la mas minima aprobaci6n. A soMBRAde veras, a estas alturas, esa actitud de Trotski. Pero todav1a sorprende mucho mas que los trotsklstas continu.en impertérrimos, aun hoy dia, adoptando y haciendo suyos los errores y desvar1os en que incurri6 Trotski al juzgar los principales acontecimientos de la revoluci6n espafiola y, 68
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