Interrogations - anno II - n. 3 - giugno 1975

HELENO SAÑA y permanente, el egolsmo personal y el materialismo más soez, aboca al surgimiento de un tipo de individuo preocupado únicamente por sus propios intereses. Nacida en el seno de la burguesla, esta moral utilitaria acaba por influenciar también a la clase trabajadora. Eso explica que la aspiración del obrero medio no sea hoy -por lo menos en los palses de capitalismo maduro- la de hacer la revolución, sino la de Instalarse lo más cómodamente posible en la sociedad capitalista que halla en torno. El trabajador occidental piensa hoy más en su ascenso individual que en la liberación colectiva de la clase a que pertenece. Dentro de la misma clase asalariada ha surgido una je_rarqulzación remunerativa que atenta contra el principio de solidaridad e igualdad y fomenta el esplrltu pequefioburgués. Bernstein sefialaba ya, a principios de siglo: • En otra ocasión he hecho la observación de que la clase trabajadora , salariada no es de estructura idéntica y no constituye una masa desligada de la propiedad, familia, etc., en la misma proporción prevista en el Manifiesto Comunista y que precisamente en las industrias fabriles más avanzadas se encuentra una total jerarqu!a de trabajadores diferenciados, entre cuyos grupos existe sólo un débil sentimiento de solidaridad• (41). Esta tendencia registrada por Bernstein hace setenta afias, no ha hecho sino Intensificarse. Si entre los mismos obreros alemanes no es frecuente la solidaridad, menor ha de ser todavla la que exista entre ellos y los inmigrantes. El culto al prestigio que rige la sociedad capitalista cristaliza aqu! a nivel de grupo, la vanidad individual se convierte en vanidad racial. El obrero alemán --ya lo hemos visto- se considera en general superior al extranjero, y este sentimiento de superioridad le permite satisfacer una parte de su necesidad de prestigio. En el fondo desea -aunque diga lo contrario-- que las diferencias entre él y los extranjeros permanezcan, pues esta distancia social forma parte intrlnseca de la razón de ser -alienadaque le ha dado el capitalismo. Cuando el obrero alemán se compara con un Italiano o un turco, se siente privilegiado, como un pequefio aristócrata. El fenómeno del aristocratlsmo obrero no es nuevo. Ha existido siempre. En 1858, Engels tuvo que reconocer ya que «el proletariado inglés se aburguesa cada d!a más, de manera que esta nación -la más burguesa de todas- parece aspirar a tener no sólo una burgues!a y una aristocracia burguesa, sino tam- (4l) Eduard Bernstein, Die Voraussetzungen des Sozialismus und die Aufga!Jen der Sozialdemokra.Ue, p. 135, Stuttgart, 1921. 86

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