Interrogations - anno II - n. 3 - giugno 1975

GUERRILLAS ÁRGENTINAS popullstas? Si es as!, tienden a encontrarse ambos a mitad de camino ya que la verborragia Montonera se hace cada dla , por contrapartld'a con la evolución popullsta del ERP, más y más castrlsta, más y más • marxista> al estilo naclonallsta d e los cubanos. Lo cierto es que el pequeño y ágil pez de acero Intenta tragarse a la enorme ballena. La Infiltración del ERP en Montoneros parece cosa corriente. La penetración de Monto neros en los grupos del ERP, por contrapartida, parece lenta, pe sada. Paso a la guerrilla rural A MEDIADOS de 1974, en coincidencia con la ruptura PerónMontoneros, la definición de Montoneros por el regreso a la guerrilla, la muerte del propio Perón y el pasaje a la clan- destinidad de la JP, la JTP y el aparato Montoneros, el ERP anunció la apertura de la guerrilla rural. Desde los tiempos de Taco Ralo, de la derrota de Ernesto Guevara en Bollvla, de la frustrada intentona de Salta , del Comandante Uturunco, toda idea de una guerrilla rural habla sido abandonada en Argentina. Si bien es cierto que el mon- tonero y tercermundista Ramón Horacio Torres Mollna , as! como sendas declaraciones de peronistas presos en Villa Devoto entre 1970 y 1971, subrayaban la necesidad de «Iniciar la gue- rrilla rural>, esto quedaba en una nebulosa de dificil pen etra- ción. Todos los escritos conocidos desde 1969 señalaban q ue el paso fundamental para la organización del ejército revol ucio- nario capaz de alcanzar el poder debla verificarse en wnas rurales. Quizá habla un acento distinto al de las épocas ro mán- ticas del mocastrismo rurallsta latinoamericano de comi enzos de la década de 1960. que confiaba en que el ejército rural permitirla un levantamiento del campesinado. La difer encia consistla en un retorno escéptico y realista desde aquellas para- dojas por las cuales Ernesto Guevara mostraba en sus memo- rias ·cómo habla que someter al campesino para hacer de él un al!ado oportunista y de conveniencia. Este escepticismo p arece quedar reflejado en vagas referencias a hechos más bien prác- ticos antes que teóricos o clasistas: nunca, se afirma e n los textos, una revolución iniciada en las ciudades logró el tri unfo (salvo, podrlamos acotar, unas cuantas ... ) ; y, en seg undo lugar, una cierta tendencia a mensurar al ejército revol ucio- nario para probar que éste no puede movilizarse en la c iudad y si en espacios abiertos, pero esto por una razón, como q ueda 53

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