HIST01UA FALSIFICADA serie de versiones en lenguas diversas, es probable que Carrillo, apoderado de la sucursal moscovita, considere ya su porvenir asegurado en la vida politica espafiola. Sin embargo, el camino presenta aùn algunos obstaculos, y el primero consiste en que quedan por el mundo no pocos testigos de los afios republicanos, conocedores, por tanto, del pano. Todos éstos, pues. sonreiran -no es para mas- al leer la desmesurada publicidad de la cubierta del libro, pues en ella se concede a Carrillo la maxima autoridad para evocar la lucha de los opositores a Franco desde la guerra civil. No hay que confundir -en lo intelectual o lo moral, se entiende- autoridad con habilidad. La autoridad en Carrillo corresponde a su ascenso en el escalaf6n, pero ese tipo de autoridad lo mismo puede imponerse que descomponerse, o esa que la je!atura presente -que para nosotros es lo que le desautoriza- nadie esta en secreto de los dioses para asegurar que dure hasta el retorno a Espafia o poco mas alla del retorno. Dependera de c6mo sirva y para qué sirva. Lo que no cabe poner en duda es la gran habilidad que le caracteriza al actual secretarlo general, que, enganchado en e! aparato desde su salida de Espafia, ha podido participar en todas las combinaciones y orillar todas las purgas. LOS ANARQUISTAS Y LA INTERNACJONAL COMUNISTA V AMOS, pues, a examinar algunos aspectos de la convencional entrevista, y en lugar de seguir el orden de los cap1tulos, utilizaremos el tltulado Historia, aunque no sea mas que una hilaci6n -de recuerdos y juicios retrospectivos o simples historietas. El arranque de la carrera politica de nuestro genio empieza a los 18 afios, con su nombramiento, en 1934, de secretario general de las Juventudes Socialistas, las cuales -nos dicecontaban alrededor de 20.000 miembros, y unos meses después -naturalmente, bajo su batuta- llegaron nada menos a 50.ooo'. . . (S1 estas ci!ras no son las de la guerra, en donde ya la J.S. se habia convertido en J.S.U. y haciase acopio de todo cuanto se presentaba a mano, la exageraci6n nos parece de tamafio. Pero eso no importa.) El llder afiade curiosamente que por entonces los j6venes socialistas eran muy «izqulerdistas> y les «gustaban mucho las bombas>, por lo cual, corno la ocasi6n se prestaba, sus interrogadores le preguntan si colaboraban con los anarquistas, respondiéndoles: 41
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