Interrogations - anno II - n. 2 - marzo 1975

F. GOM_EZ-PEL,tEZ cunstancias o comunicados de adhesiones en los cuales figuran invariablemente las Comisiones Obreras y de vez en cuando algunos supuestos grupos carlistas, democristianos o socialistas indefinidos, vale decir -corno en los tiempos de la U.N.- de la misma devoci6n. (Esa celebrada conquista de adeptos tiene, a veces, sin embargo, consecuencias negativas; por ejemplo, en Catalufia, la llamada Asamblea de Fuerzas Democraticas -manejada desde su fundaci6n por el propio Partido- se ha dislocado al tratar de imponerle la adhesi6n juntista.) En el exterior las conquistas no son mas afortunadas, pero el asedio propagandistico se desarrolla en todas las esferas. Aunque la palma de los ditirambos periodisticos corresponde, sin discusion, al prolijo Niedergang -especialista de cuestiones espafiolas en Le Monde-, varias publicaciones -de costumbre cerradas a cal y canto para todo lo antifascista- acogen amablemente los reclamos de Carrillo. Asi llegamos al lanzamiento de una atractiva edici6n comercial presentada a modo de entrevista, en la cual el habil Santiago despacha placenteramente su hinchada autobiografia. El método aparentemente coloquial, espontaneo, disimula una elaborada selecci6n de hechos y flagrantes omisiones reemplazadas por una mescolanza de medias verdades y embustes que constituyen falaces tergiversaciones hist6ricas (3). Reunidas, pues, las mejores condiciones de lanzamiento para interesar a un vasto publico francés y poder preparar una (3) «Demain l'Espagne», Paris, Le Seull (con. Combats), 1974, 226 p. A valan la singular exhiblcl6n dos nombres «cotlzados» en el medio progresista: Régis Debray, conocldo esenclalmente por su aventura juvenU tras las huellas del Che en las tlerras bollvlanas y el encarcelamlento prolongado que sufrl6 en aquellos lugares, y Max Gallo, hlstorlador interesado por los problemas de la Espafla contemporanea y autor de un apretado estudio de la Espafia franqulsta. La elecci6n de ambos entrevlstadores merece ser destacada, especlalmente la del segundo, porque del prlmero, pese a le. notoriedad que le ve.liere. la mencionade. experiencla de Bolivia. y sus recorridos por otros paises de lengua castellane. -Cuba y Chile en particule.r-, asi corno la me.yor o menor simpatia que pueda merecer su dilettantismo revolucionario, es indudable que del movlmlento obrero espafiol tiene un conocimiento muy superficlal. Max Gallo es caso distinto, pues domina y desarrolla con facilldad el tema, tal vez demasiado facilmente. Asi, en su «Histnire de l'Espagne franquiste», traduclda posteriormente al cas~Jlano y publicada por Ruedo Ibérlco, cualquier lector avlsado puede subraYJl,r repetidas ligerezas, cuando no manifiestas deformaciones, comprenslbles éstas, pongamos por caso, en un Tufi6n de Lara, pero lmpropias de un historiador solvente. Por otra parte Gallo, acompafiando a su trabajo un nutrldo apara.to bibliografico, ha tenldo muy poco en cuenta las edlclones libertarlas, y en el apartado de peri6dicos ni siquiera se le ha ocurrldo registrar un s6lo tltulo de la C.N.T. Esto, que podia haber sido considerado corno simple descuido, induce ahora a pensar -puesto que el hlstoriador se presta a servir de teste.ferro a Carrillo- en su premeditaci6n. 40

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