EL CONSEJO NACIONAL DE DEFENSA T ooos los tanteos y trabajos preparatorios, apresurados después de la publicación en el Dtario Oficial del Ministerio de Defensa de los nombramientos en favor de los principales Jefes militares comunistas, culminaron en la tarde del dla 5 de marzo de 1939 con la decisión adoptada por el coronel Casado de trasladar su cuartel general al edificio del antiguo Ministerio de Hacienda, estratégicamente bien situado y verdadera fortaleza por su solidez, asl como con la reunión de varios convocados -militares y representantes de diversas organizaciones pol1ticas y sindicales- con el objeto de constituir el proyectado Consejo Nacional de Defensa. En esta reunión se distribuyeron los puestos y se aprobó el proyecto de manifiesto que deberla leerse por la radio horas después. El Consejo quedó constituido asl: Casado (militar), Besteiro y Wenceslao Carrillo (socialistas), San Andrés y Del Rlo (republicanos), Antonio Pérez (ugetista), González Marln y Eduardo Val (anarquistas). Al dla siguiente, la presidencia del mismo, que en principio habla sido atribuida a Casado, pasó al general Miaja, quedando aquél como Consejero de Defensa. Se decidió radiar el manifiesto a la veinticuatro horas, coincidiendo con el habitual parte de guerra. El manifiesto en cuestión habla sido redactado dlas antes por Garcia Pradas, según escribió éste en su libro . (50). Lo leyó ante el micrófono, pocos minutos después de las doce de la noche, es decir, ya iniciado el dla 6, el republicano San Andrés. He aqu1 los principales párrafos del mismo: «Trabajadores españ.oles. ¡Pueblo antifascista! Ha llegado el momento en que es necesario proclamar a los cuatro vientos la verdad escueta de la situación en que nos encontramos. Como revolucionarios, como proletarios, como españ.oles y como antifascistas no podemos continuar por más tiempo aceptando pasivamente la improvisación, la carencia de orientaciones, la falta de organizacion y la absurda inactividad de que da muestras el Gobierno del doctor Negrln. La misma trascendencia del momento que atravesamos, el carácter definido de aquellos que se aproximan, hace que no pueda continuar ni un momento más el sllencio y la incertidumbre, origen del más tremendo desconcierto que se deriva de la conducta suicida de ese puñ.ado de hombres que todavla continúa aplicándose la denominación de Gobierno, pero en los que nadie cree, en los que nadie confla. (50) Obra citada, pég. 44. 32
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