IGNACIO IGLESIAS habia sido nuestra fortaleza y que en aquellos momentos era el centro de la conspiración contra la República» (24). Lister, cual puede colegirse, ni estaba en el secreto de los dioses, ni comprendia gran cosa. Era evidente que para el Partido Comunista, para la Internacional y, sobre todo, para Stalin, ya no se trataba de luchar, sino de salvarse de la aventura españ.ola. Ese repliegue a Elda de los principales dirigentes lo pone de manifiesto. Pero no habla únicamente que salvar a los mejores cuadros de la organización comunista, sino asimismo provocar de alguna forma a los otros sectores antifranquistas, en particular a los militares republicanos para que se levantaran contra el fantasmagórico Gobierno Negrin y cargaran con la culpa inexpiable de la capitulación final. Ese fue el sentido de su conspiración y no, como pudieran creer algunos, tratar de imponerse a todo el mundo para proseguir la resistencia contra viento y marea. Como querian atar y bien atar todos los cabos, sin dejar nada al azar, ya antes de abandonar Madrid una comisión del Buró polltico visitó a Negrin, para expresarle lo siguiente, según la Pasionaria: «Si el Gobierno estaba dispuesto a continuar la resistencia, el Partido Comunista le apoyarla. Si estaba dispuesto a entablar negociaciones de paz, el Partido Comunista no seria un obstáculo» (25). ¡Qué aparente abnegación! Tal parece que los comunistas se limitaban a supeditarse a la politica que Negrin dictara, sin tratar de presionar sobre él y menos todavia en querer tomar todo el Poder en sus manos. La misma Pasionaria no duda en escribir: «El Partido Comunista en ningún momento se propuso tomar el Poder en Españ.a en el transcurso de la guerra» (26). Y no sin desfachatez, añ.ade: «Durante nuestra guerra, el único intento serio y abierto de establecer la dictadura de un grupo politico único fue el putsch trotskista-anarquista de mayo de 1937... » (27). Fiel a su táctica, el Partido Comunista quería aparentar ser fiel sostén de Negrin. Pero esa supuesta supeditación al jefe del Gobierno, no era óbice para que los comunistas sefíalaran a éste el camino a seguir y las medidas a adoptar, con lo que mostraban que eran conductores y no conducidos. Por ejemplo: «La dirección del Partido hizo llegar a Negrin su inquietud por la situación, y su opinión de que era necesario (24) Obra citada, pág. 117. (25) Obra citada, págs. 461-462. (26) Ibídem, págs. 459-460. (27) Ibídem, pág. 460. 19
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