Interrogations - anno I - n. 1 - dicembre 1974

IGNACIO IGLESIAS treinta y tres plazas. Es decir, que veinte iban vac1as. La cuestión es que esos miembros del Buró po11tico y de la Comisión ejecutiva de la Juventud Socialista Unificada, hacian lo mismo que Azaña y Mart1nez Barrio, y daban la guerra por terminada y perdida al caer Cataluña» (8). ¡Hecho elocuente! Mas lo que todav1a no llegó a comprender L1ster es que si la dirección del Partido Comunista de Espafia daba la guerra por terminada Y perdida, era que asi lo consideraban en Moscú. El mismo escribió las lineas siguientes, que lo demuestra: «En la primavera de 1939 se inició en Moscú, por parte de dirigentes de nuestro Partido, un examen de nuestra guerra, y, sobre todo, de su desenlace. Simultáneamente nos reunimos con el secretariado de la Internacional Comunista para examinar idéntico problema. Pero la discusión fue cortada poco después, lo mismo entre nosotros que con el secretariado de la Internacional Comunista» (9). Esto evidencia que a Stalin no le interesaba remover un asunto que prefer1a mantener archivado; también demuestra que la dirección del Partido Comunista de España habla obrado .«correctamente» -según la expresión de Ltster-, en otras palabras: de acuerdo con las órdenes recibidas del Kremlin. En todo caso, lo expuesto pone de manifiesto lo que en realidad ocultaba la politica de resistencia que pregonaban públicamente los comunistas. Negr1n, pues, cuando regresa a la zona Centro-Sur tiene sus planes, que son asimismo los de los comunistas. Saben que la guerra toca a su fin, mas tampoco ignoran que no lograrán del adversario una rendición honorable, rendición ineluctable pero que prefieren eludir en la medida de lo posible, para poder salvar sus responsabllidades y presentarse inmaculados ante la historia. A Negrin y a los comunistas no les queda -mejor dicho, no debiera quedarles- más que una misión a cumplir: aprovechar con premura los d1as o semanas que quedan para facllitar la salida de la zona Centro-Sur al mayor número posible de personas, en particular a los mllitares y a los militantes más comprometidos. ¿Es ese su propósito? Nada parece indicarlo. Si tales hubiesen sido los planes de Negrtn, éste tendr1a que haberse preocupado ante todo, desde el primer instante, incluso desde antes de consumarse la pérdida total de Catalufia, de organizar los medios indispensables para llevar a cabo la evacuación de unos cuantos miles de antifranquistas. Esa evacuación sólo (8) Ibídem, pág. 117. (9) Ibídem, pág. 113. 9

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